Escribí en mi blog sobre una nota de Clarín que expresaba algo bastante sabido pero que es bueno refrescar. La justicia argentina determinó algo que se viene sosteniendo como la única solución lógica a las intentonas forzadas de aplicar el concepto de propiedad sobre aquello que es inmaterial (como las patentes de software) y, en particular, sobre las ideas que parecen el summum de la inmaterialidad. Está bueno remarcar algunos enunciados del fallo:
“las ideas no tienen dueño, sino que integran el fondo común de la humanidad”, “las ideas consideradas en sí mismas no son obras y su uso es libre”, por lo cual “no se puede adquirir sobre ellas protección o propiedad alguna, aún cuando sean novedosas”.
En el mismo sentido, podemos convenir que ninguna idea es original o, en otras palabras, creada de la nada. Todo lo que podemos pensar, imaginar, crear se sostiene en un entramado milenario, colectivo, humano de ideas ancestrales. Es cierto, cada tanto, surge algún matiz de originalidad o innovación. Pero pretender que una idea es PROPIA, desestimando (y despreciando) todo el andamiaje cultural que la sustenta, es cuanto menos querer apropiarse de algo. “Robar una idea” es justamente eso, pensar que es propia y no de todos.
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