El Quijote vuelve a nacer…*

… y el aura no cesa de renacer…

El siguiente trabajo se propone analizar de qué modo la reproductibilidad técnica de la obra, en la era digital, no significa el fin del aura, sino todo lo contrario. Es decir, de qué forma el desarrollo, avance y expansión de las tecnologías digitales e Internet permiten el renacimiento del aura y nacimiento de la obra; la “comunización” del aura y del acto de creación.

El cuento de Borges, “Pierre Menard, autor del Quijote”, funcionará a modo de célula de transporte que permitirá la aplicación de los conceptos y categorías de los diferentes autores mencionados y aplicados a lo largo del trabajo. El análisis se compondrá de cuatro etapas:

1. La obra, el aura y un acto de comunicación;

2. Alambres de púa en la obra y la decadencia del aura;

3. Renacimiento del aura y nacimiento de la obra – “comunización” del aura y del acto de creación;

4. Conclusión: Todos podemos ser Pierre Menard

1. La obra, el aura y un acto de comunicación

El siglo XX es el marco temporal en el que se entabla un acto de comunicación entre un poeta francés, Pierre Menard, con la obra de un novelista español del siglo XVII. El novelista, Miguel de Cervantes. La obra, “El Quijote”. Pierre Menard no se propuso componer “otro Quijote”, el poeta se propone componer “El Quijote”. Renace el aura, renace “El Quijote”.

La historia de la obra, su tradición, las marcas y huellas físicas surcadas por el tiempo y la historia, lo cual data su continuidad en el tiempo, su “aquí y ahora”, su presencia en un contexto lindado espacio-temporalmente y su imposibilidad de encontrarse, en ese preciso instante, en lugares diferentes, es lo que determina la autenticidad de la obra. La autenticidad de la obra, su unicidad, su autoridad es lo que constituye el “aura”.

“Definiremos ésta última (el aura) como la aparición irrepetible de una lejanía, por cerca que pueda hallarse” [1]

De acuerdo a dicha definición, el aura es aquel encuentro entre la obra y el receptor, en un acto de primera mano, irrepetible. Es un “aquí y ahora” de la obra original, en su encuentro con el receptor, que no permite ser reproducido. De este modo, el encuentro de Pierre Menard con el “El Quijote” es un encuentro único que da lugar a la experiencia aurática.

El encuentro del receptor con la obra configura un linde espacio temporal dentro del cual se desarrolla un acto de comunicación. Siguiendo las categorías de Lotman, ambas esferas, la obra y el receptor, en este caso Pierre Menard y “El Quijote”, comparten una “no identidad” [2]  que permite la comunicación. Es decir, existe un punto de intersección común a ambas y, al mismo tiempo, una intersección de dos esferas contradictorias entre sí [3]. Tanto la obra como su receptor poseen puntos de contacto, así como también, puntos de diferencia. Ambas esferas traen consigo historias y recorridos diferentes, identidades distintas, lo cual incrementa el valor del mensaje.

“Ser en el siglo XX un novelista popular del siglo XVII le pareció una disminución. Ser, de alguna manera, Cervantes y llegar al Quijote le pareció menos arduo –por consiguiente, menos interesante- que seguir siendo Pierre Menard y llegar al Quijote, a través de las experiencias de Pierre Menard” [4]

A la vez, la intensificación de los puntos de contacto, sus similitudes, lo cual se halla en el espacio de la intersección, permitirá una mejor y mayor comprensión.  De esta manera, el encuentro entre la obra y el receptor, en este caso, entre “El Quijote” y Pierre Menard, se produce en un estado de tensión. Se produce en el encuentro de dos historias diferentes, cuyos contextos espacio-temporales también son diferentes, que comparten un mensaje que es común y opuesto.

La obra de arte cumple una función comunicativa, lo cual determina su finalidad, su objetivo. De acuerdo establece Tarkovski, el objetivo del arte es intentar explica a sí y a la sociedad el sentido de la vida o, al menos, chocar contra los sentidos del receptor dicho interrogante. Siguiendo a dicho autor, el arte intenta expandir su mensaje, su “ansia de lo ideal” a todos, engendrar un proceso de catarsis de los sentidos. Es el momento de encuentro entre la obra y el receptor, el encuentro entre sus historias, sus visiones del mundo, sus “relaciones con la realidad”  [5], sus “jeroglíficos” de vida, sus identidades. Es todo ello lo que define a la experiencia aurática como un acto de comunicación. Un acto de comunicación que se define como irrepetible, pues los jeroglíficos de vida de los receptores varían de uno a otro, y el jeroglífico de la obra cambia a lo largo del tiempo y de la historia, cambia a los ojos y sentidos de sus receptores  socio-históricamente situados. No hay dos encuentros idénticos.

El encuentro de Pierre Menard con el “El Quijote” es un encuentro único e irrepetible que da lugar a una experiencia aurática que, paradójicamente, cede paso a la reproducción de la obra, más precisamente, al renacimiento de la obra de Cervantes.

2. Alambres de púa en la obra y la decadencia del aura

Según indica Benjamin, la obra de arte ha sido en todos los tiempos susceptible de ser reproducida. El gran salto fue dado por la fotografía, revolucionando el proceso de producción plástica. Al ser reproducida, la obra pierde el valor de su “aquí y ahora”, atentando contra su autenticidad, su autoridad y su unicidad, es decir, se produce un atentado contra el aura. De acuerdo al autor, la reproductibilidad técnica de la obra desgarra de la misma su historia, su tradición, su valor, su testimonio histórico. Lo irrepetible comienza a ser reproducido de modo masivo, lo lejano se vuelve palpable. La técnica de reproducción permite a la obra salir en busca de nuevos receptores.

Esta nueva característica de la obra se ha convertido en la principal herramienta de acumulación de capital de las industrias culturales. “La Gioconda” con tostadas, Frida Kalho en mochilas de colegialas. La imagen se repite hasta el cansancio. Se vacía su historia, su tradición, se congela la conmoción de los sentidos, y se pega el tiro de gracia al aura. Los magnates de la industria cultural en sellos discográficos o en logos de editoriales, obras devenidas en mercancías se transportan en las cintas de los tiempos modernos. La obra debe convertirse en un paquete agradable, fácil, rápido y accesible. No nos debe requerir demasiado tiempo de reflexión, pues la clave de acumulación no se encuentra en gastar el tiempo pensando, sino en gastar el tiempo gastando, felpeando con los bolsillos las agujas urgentes de los “propietarios de la cultura”.

Las sociedades capitalistas llevan el sello histórico de la apropiación de diversas formas de valor. La edificación y reconocimiento de los derechos de propiedad, al igual que el reconocimiento de los bienes materiales de carácter privado, bienes que anteriormente habían sido de carácter común, han comportado una de las columnas principales que ha permitido dicho proceso histórico [6]. El mismo proceso de apropiación se repite en los bienes de carácter intelectual, a través de la sanción y gestión del derecho de autor y del derecho de copia en favor de los intereses de las grandes corporaciones comerciales. Se trata de edificar con las herramientas jurídicas las condiciones de propiedad intelectual, las cuales cercan con alambre de púa a la obra. De este modo, se genera un estado de escasez sobre bienes que son abundantes, permitiendo la concentración de las expresiones culturales en las manos de los magnates de la industria cultural [7].

De acuerdo a la teoría marxiana, las relaciones de producción capitalista, es decir, las relaciones de propiedad privada, que corresponden a un determinado desarrollo de las fuerzas productivas materiales, constituyen la estructura económica de la sociedad. Dicha estructura es la base sobre la cual se erigen los cimientos de la superestructura jurídica, política e ideológica, la cual condiciona la formación de la conciencia de los sujetos sociales [8]. La gestión, por parte de los sectores económicos hegemónicos, del derecho de autor y del derecho de copia, de los derechos de propiedad intelectual forma parte de dicha superestructura destinada a mantener en pie el reconocimiento de los derechos de los dueños de la maquinaria cultural.

El derecho de propiedad intelectual es un modo de cercar con alambres de púa a la creación. Se trata, nada ni nada menos, que de las marcas de la propiedad privada en la creación y expresión cultural.

La experiencia aurática se disuelve ante el vértigo que produce el acto de reflexión y la conmoción de los sentidos, vértigo amasado en la subjetividad de los individuos por los constructores y mantenedores de la superestructura del régimen de producción capitalista. La obra de arte se mercantiliza, el aura es apuñalada por la espalda. El Quijote se mercantiliza y el narrador cita las siguientes palabras de Pierre Menard

“El Quijote” me dijo Menard “fue ante todo un libro agradable; ahora es una ocasión de brindis patrióticos, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo. La gloria es una incomprensión y quizá la peor” [9]

Pierre Menard intentará dar nuevo nacimiento a “El Quijote” licuado por los molinos de la propiedad privada de la cultura. Nace “El Quijote”, renace el aura.

3. Renacimiento del aura y nacimiento de la obra – “comunización” del aura y del acto de creación

El desarrollo, avance y expansión de las tecnologías digitales e Internet han permitido que sus usuarios-finales incrementaran sus capacidades de acceder, crear, compartir, distribuir, copiar obras intelectuales [10]. Este contexto permite el renacimiento del aura y el nacimiento de la obra, la “comunización” del aura y del acto de creación. Esta nueva situación de la obra nos abre camino a pensar y repensar la reproductibilidad técnica de la obra en el era digital como una de las técnicas de la obra misma, y no como su “homicida”. Dicho contexto ha democratizado la disponibilidad de las diversas expresiones culturales.

Pierre Menard no se ha propuesto nunca la trascripción mecánica del texto original, sino la recreación de “El Quijote” en un nuevo acto de comunicación.  El aura, el momento único e irrepetible de encuentro y de comunicación entre la obra y el receptor (pues la experiencia y recorrido histórico determinados, tanto de la obra como de sus receptores, impiden que existan dos momentos de encuentro idénticos), es amordazada al momento de ser insertada en la ingeniería jurídica gestionada por la hegemonía de las grandes corporaciones comerciales, lo cual significa su apuñalamiento por la espalda. “Aura” y “propiedad privada” son dos nociones imposibles de entablar entre sí un contacto productivo, positivo. Así, como ante la industria cultural y ante la reproductibilidad meramente comercial y mercantilizada de la obra, el aura agoniza; ante la posibilidad de incrementar y diversificar los encuentros entre la obra y sus receptores, mediante el avance de la técnica, el aura renace en cada encuentro y la obra vuelve a nacer. El aura y la obra no cesan de nacer una y otra vez.

De este modo, el aura se “comuniza” [11], al igual que la producción de la obra. Es decir, la experiencia aurática de los receptores respecto de la obra se multiplica, se extiende, se expande, se democratiza. Lo mismo sucede con respecto a la creación de la misma. El aura renace una y otra vez en cada encuentro con los receptores. Además, se comienza a experimentar en los entornos digitales y en Internet la decisión de los autores de liberar y compartir sus obras en vez de lindar su acceso. Surgen, de este modo, creadores “comunizados”; es decir, se “comuniza” el acto de creación.

Los creadores calman así una nostalgia de la obra, esa nostalgia que deben compartir con Alejandra Pizarnik, extraño desacostumbrarme de la hora en que nací. “El Quijote” es recreado y nace nuevamente en la pluma de Pierre Menard al momento de ser “reproducido”.

El texto de Cervantes y el de Menard son verbalmente idénticos, pero el segundo es casi infinitamente más rico” [12]

4. Conclusión: Todos podemos ser Pierre Menard

Este trabajo ha analizado de qué modo la reproductibilidad técnica de la obra, en la era digital, no significa la muerte del aura. Sino de qué forma el desarrollo, avance y expansión de las tecnologías digitales e Internet permiten el renacimiento del aura y de la obra; la “comunización” del aura y del acto de creación. Para ello, se ha utilizado como célula de transporte el cuento de Jorge Luís Borges “Pierre Menard, autor del Quijote”.

Para ello, en primera instancia, se ha definido a la obra y al aura como un acto de comunicación. Es decir, de qué modo la experiencia aurática, el encuentro entre la obra y el receptor, compone un acto de comunicación. El encuentro de sus historias, de sus identidades, de sus recorridos.

En segundo lugar, se ha analizado  de qué modo la reproductibilidad técnica de la obra se ha convertido en una de las herramientas clave de acumulación de capital de la industria cultural, lo cual significó y significa la agonía del aura. Y cómo el derecho de autor y el derecho de copia, el derecho de propiedad de la obra, gestionado por las corporaciones comerciales de la industria cultural, es sinónimo de cercamiento de la obra con alambres de púa.

En tercera instancia, se ha analizado de qué modo el contexto de desarrollo, avance y expansión de las tecnologías digitales e Internet permiten el renacimiento del aura y nacimiento de la obra, la “comunización” del aura y del acto de creación; lo cual nos permite afirmar que “aura” y “propiedad privada” son dos nociones imposibles de ser asociadas positivamente.

Luego de ello, se puede concluir que la reproductibilidad técnica de la obra, en el contexto de desarrollo, expansión y avance de las tecnologías digitales e Internet, no es sinónimo de la muerte del aura, sino que permite el renacimiento de la misma, el nacimiento incesante de la obra, la “comunización” del aura y del acto de creación. De este modo, todos podemos ser Pierre Menard y la creación puede ser nuestro hidalgo quién, marcándonos el camino desde Rocinante, se dispone a nacer una y otra vez.

Notas

* El presente texto corresponde al Trabajo Final realizado para la matería Teoría de la Comunicación I del la UNQ, dictada por Alejandro Kaufman.

[1] Benjamin, W. (1987): “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, en Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, P. 99
[2] Lotman, Y. M (1999): “El sistema monolinguístico”, en Cultura y explosión. Lo previsible y lo imprevisible en los procesos de cambio social, Gedisa Editorial
[3] Ídem
[4] Borges, J. L. (2000): “Pierre Menard, autor del Quijote”, en Ficciones, Ed. La Nación, p.42
[5] Tarkovski, A. (1991): “El arte como ansia de lo ideal”, en Esculpir en el tiempo, Ed. Rialp, España, P. 67
[6] Vercelli, A. (2009): “Conclusiones”, en Repensando los bienes intelectuales comunes. Análisis socio-técnico sobre el proceso de co-construcción entre las regulaciones de derecho de autor y derecho de copia y las tecnologías digitales para su gestión, p.205. Disponible en http://www.arielvercelli.org/rlbic.pdf
[7] Ídem, p. 206
[8] Marx, K: “Prefacio”, en Una contribución a la crítica de la economía política
[9] Borges, J. L. (2000): “Pierre Menard, autor del Quijote”, en Ficciones, Ed. La Nación, p.47
[10] Vercelli, A. (2009): “Conclusiones”, en Repensando los bienes intelectuales comunes. Análisis socio-técnico sobre el proceso de co-construcción entre las regulaciones de derecho de autor y derecho de copia y las tecnologías digitales para su gestión, p. 187.
[11]Término elaborado y desarrollado por Ariel Vercelli en  Repensando los bienes intelectuales comunes. Análisis socio-técnico sobre el proceso de co-construcción entre las regulaciones de derecho de autor y derecho de copia y las tecnologías digitales para su gestión.
[12] Borges, J. L. (2000): “Pierre Menard, autor del Quijote”, en Ficciones, Ed. La Nación, p.45

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